EL MUNDO

13 marzo 2023

 

Qué hay que saber antes de pincharse toxina botulínica, ácido hialurónico o inductores de colágeno para no sufrir consecuencias no deseadas

Gema García Marcos

 

Tirarse en la camilla para 'dejarse hacer' es la peor opción posible cuando nos sometemos a un tratamiento estético que, por si a alguien se le ha olvidado, es un acto médico.

 

A partir de una cierta edad (nunca he sabido muy bien cuál es esa 'cierta edad'), se dice que nuestra cara refleja con cierta nitidez cómo ha sido nuestra vida hasta ese momento. Impresas sobre nuestra piel, las arrugas de expresión dicen mucho más sobre nosotros mismos que nuestras palabras. Delatan nuestra tendencia a mosquearnos o a preocuparnos en exceso; a gesticular a lo Jim Carrey; a sonreír sin esconder un sólo diente de nuestras fauces; a llorar hasta con los anuncios de televisión, a fumar como si no hubiera un mañana (también, a beber demasiado y dormir poco).

 

Así, al menos, habían sido las cosas hasta hace bien poco, concretamente, hasta que los espectaculares avances de la medicina estética nos pusieran en bandeja la posibilidad de combatir, mitigar e, incluso, borrar el rastro del paso del tiempo en nuestra piel o de 'corregir' esos 'defectillos' que nos acompañan desde nuestros años mozos (y que, en ocasiones, tan solo percibimos nosotros).

 

Pinchazo aquí, pinchazo allá, nos van reafirmando el óvalo facial, relajando el entrecejo y elevando las cejas. Donde antes había laxitud, vuelve a haber firmeza y eso sienta tan bien que, no solo resulta complicado parar, sino que, cada vez, nos iniciamos antes y, por desgracia, nos interesa bastante poco el cómo porque lo que buscamos son resultados rápidos y, puestos a pedir, espectaculares.

 

En los últimos años, tal y como explicó Gema Mancha -CEO de Merz Aesthetics para España y Portugal- en un encuentro reciente con periodistas- "la media de edad de las chicas que se someten a algún tratamiento de medicina estética ha bajado hasta los 20 años".

 

Aunque, a botepronto, el dato ya resulta bastante revelador por si solo, el tema adquiere más relevancia si reparamos en que, esa media aritmética, implica que las pacientes, en algunos casos, ni siquiera han alcanzado la mayoría de edad. "Nos encontramos, incluso, con menores que acuden a las consultas para 'mejorar' su imagen, dejándose guiar por 'influencers', lo que ven en Instagram, como si esto consistiera en aplicarse una crema que, como mucho, te puede provocar un sarpullido. Estamos hablando de rinomodelaciones, inyectables, etc que, más allá de sus innegables beneficios, conllevan -como todo en la vida- ciertos riesgos. Por eso, hay que ser muy riguroso con lo que se cuenta. Y asumir, cada uno (industria, médicos y medios de comunicación), la parte de responsabilidad que nos corresponde porque la medicina estética es, como su nombre indica, un acto médico", añadió Mancha

 

La historia es que todo esto, cada nuevo protocolo al que nos sometemos, lógicamente, deja su rastro en nuestra cara: "La huella estética es el impacto que dejan en el rostro los tratamientos. Puede ser positiva, cuando el tratamiento y el producto empleado se adapta a las necesidades y características del paciente y el resultado es natural y sin problemas. O negativa, cuando el producto, la técnica o la falta de conocimiento de la realidad del paciente dejan residuos del producto, originan una reacción anómala en los tejidos o producen un resultado estético artificial", explica el doctor Miguel Sánchez Viera, coordinador del Grupo Español Dermatología Estética y Terapéutica (GEDET) de la AEDV (Academia Española de Dermatología y Venereología)

 

Ana Rodríguez-Villa, dermatóloga y directora de la Unidad de Medicina Estética del Instituto Médico Ricart (IMR), nos ayuda a profundizar en el asunto: "En el sentido peyorativo de la palabra, la huella estética se entiende como la aplicación de tratamientos, tanto de rellenos como de estimulación de colágeno, en exceso o en periodos de tiempo poco dilatados entre sí, que nos aproximaría más hacia una vertiente de hipertratamiento que hacia la búsqueda de la proporción y la armonía en una cara".

 

Por el contrario, en el buen sentido de la palabra, "nos muestra la efectividad de lo que queremos conseguir con los tratamientos. Por ejemplo, si la huella estética que yo produzco en un paciente es reposicionarle mejor el mentón, bienvenida sea porque, probablemente, tenía un déficit que le provocaba una desproporción el tercio medio inferior ".

 

La huella estética, explica la doctora Ana Revuelta, "se va a marcar en nuestro rostro desde los primeros años de inyecciones, es decir, los tratamientos que nos hagamos entre los 20 y los 30 años van a influir en cómo nos veamos años más tarde".

 

Su vertiente negativa tiene su exponente más claro lo que, popularmente se denomina, 'cara de haberse pinchado': "A todos nos vienen a la mente esos rostros estáticos, voluminizados, inexpresivos y, en ocasiones, totalmente desproporcionados. Se asocia a no respetar los tiempos de inyección, ni la degradación del producto, ni tampoco las cantidades. Viene marcada por una medicina estética 'mal recomendada' y, en muchas ocasiones, por una mala praxis". La más positiva, por el contrario, es "aquella que sí respeta los tiempos, que apuesta por la bioestimulación y, sobre todo, respeta la expresión y los cánones de belleza del paciente dando lugar a pieles luminosas, firmes y saludables que expresan salud y belleza".

 

En los últimos años, prosigue Revuelta, "ha crecido el número de pacientes que acude a la consulta para retirar ese exceso de producto acumulado a lo largo de los años. Cuando son productos biocompatibles o reabsorbibles tenemos un margen de maniobra más amplio, gracias a la utilización de aparatología de vanguardia". El problema, sin embargo, surge "cuando nos encontramos ante productos de relleno fijos, como las siliconas que se aplicaban en el pasado que, para retirarlas, debemos de recurrir a la cirugía y, a veces, ni siquiera así es posible debido a la degradación interna y la integración con nuestros tejidos, con lo que la huella estética que deja es tremendamente negativa".

 

Cómo evitar una huella estética negativa

¿Cómo podemos evitar esa huella estética no deseada? "Ante todo, debemos de ser conscientes de que no podemos tratar a los pacientes por igual. Es decir, no podemos establecer de forma universal protocolos cerrados y tenemos que saber decir que no ante peticiones que pueden provocar huellas estéticas negativas irreversibles, como ciertos tratamientos que pueden producir una fibrosis en el tejido o una reacción inflamatoria que dejarían una huella imposible de revertir", asegura esta especialista.

 

Antes de dejarnos 'tocar la cara', enfatiza Ana Rodríguez-Villa, debemos de tener muy claro en qué manos nos estamos poniendo. "Los tratamientos siempre han de estar pautados por un profesional cualificado que evalúe correctamente cuáles pueden ser los déficits o problemáticas a tratar, para abordarlos de una manera escalonada y progresiva... A veces, al tratar un área facial en concreto, de forma indirecta, mejoramos otra con lo que no tendríamos que realizar el tratamiento completo a la paciente".

 

Tumbarse en la camilla para 'dejarse hacer' sin informarse antes es otro de los grandes errores que podemos cometer, tal y como apunta la directora dela Unidad de Medicina Estética del Instituto Médico Ricart: "Hay mucha gente que se trata sin saber por qué lo hace, ni con qué productos. Al igual que en cualquier otro campo de la medicina, se debería de favorecer que el paciente sea partícipe de su tratamiento que entienda la razón. cómo se aplica, sus efectos, etc. Es fundamental que, antes de someternos a cualquier protocolo estético, se nos explique y entendamos cuál va a ser la planificación a seguir y, por supuesto, llevar un registro de qué nos están poniendo".

 

Para entender mejor 'qué nos están metiendo', la doctora Ana Revuelta nos detalla algunas de las preguntas que deberíamos de formularnos. "¿Cómo podemos saber que la toxina botulínica que nos meten es la apropiada? ¿Cuánto dura? ¿Qué pasa cuando se pasa su efecto? ¿Desaparece? ¿Deja alguna huella? ¿Nos hacemos inmunes con el tiempo?". Además, subraya, que "los neuromoduladores deben de ser siempre medicamentos oficiales, es decir, de casas comerciales autorizadas a su fabricación. La huella estética de un neuromodulador bien inyectado es positiva, ya que, además de prevenir las arrugas estáticas, trata las dinámicas, ayudando a que el envejecimiento del tercio superior sea cada vez más lento".

 

En este sentido, el doctor Miguel Sánchez Viera hace hincapié en que "el producto que se emplea en estética no solo ha de ser de calidad, sino que tiene que ser adecuado para las características de cada paciente, porque lo que puede tener un impacto estético positivo en una persona, puede no tenerlo igual en otra. Por ejemplo, hay productos que persisten, como la hidroxiapatita cálcica o los ácidos hialurónicos muy modificados en laboratorio, que pueden producir un exceso de reacción en algunos pacientes".

 

Rodríguez-Villa incide en la importancia de este punto. "Nunca debemos de dejarnos tratar con productos que no sean degradables. Por desgracia, en nuestro día a día, podemos ver personas con los pómulos hinchados de granuloma o festones en los labios por haber utilizado materiales como el metacrilato, que no se degradan".

 

¿Cuál sería la cantidad y frecuencia ideal de infiltraciones para evitar que se produzca huella estética? "La cantidad y la frecuencia ideal está marcada por un buen diagnóstico y depende de varios factores como, por ejemplo, la edad, el grado de envejecimiento del paciente, la calidad de la piel y su cuidado diario. Por esta razón, ponerse en manos de un médico estético de calidad es esencial para conseguir una huella estética positiva", responde la doctora Revuelta.

 

En su opinión, "los tratamientos que producen una huella más positiva son los bioestimuladores de colágeno, aquellos que provocan que nuestra piel recupere la funcionalidad y que las estructuras internas vuelvan años atrás. Como si de una casa estuviéramos hablando, es ideal que, tanto desde los cimientos hasta el tejado, tengamos una organización fuerte y robusta y eso, a nivel de la piel lo conseguimos bioestimulando el colágeno".

 

Toxina botulínica y ácido hialurónico

¿Qué pasa con la toxina botulínica? Antes de nada, Ana Rodríguez-Villa recalca que "todas las toxinas botulínicas que hay en el mercado han pasado los diferentes registros de las agencias del medicamento, nacionales y europeas, y todas tienen estudios que avalan tanto su seguridad como su eficacia, por lo que son de calidad".

 

¿Cuánto dura? "Hay mucha diversidad entre cómo se pincha la toxina. Saber la marca de la toxina es importante para valorar su posible duración, pero el paciente también de debería de preguntar: ¿cómo la han diluido? ¿cuántas unidades nos están poniendo? ¿cómo me la están poniendo? ¿la han combinado con ácido hialurónico?".

 

La doctora Mercedes Sáenz de Santamaría, jefa de Medicina Estética de Clínica Dermatológica Internacional (Madrid), añade que "la toxina botulínica no tiene efecto acumulativo; se reabsorbe a los 4-6 meses del tratamiento. A largo plazo, se dice que tiene efecto preventivo, ya que reeduca el músculo evitando que se formen arrugas de expresión, pero no por acumulación de producto en ningún caso".

 

Si nos pasamos de 'pinchazos', ¿podemos hacernos inmunes? Rodríguez-Villa nos saca de dudas: "No es que nos hagamos inmunes con el tiempo. Es que, cuando se inhibe la placa motora con la toxina, se genera de forma fisiológica un efecto compensatorio que intenta revertir ese bloqueo. Es lo que se conoce como 'sprouting'. Por eso, es importante respetar los tiempos para no generar un 'sprouting' precoz", cuenta Rodríguez-Villa.

 

¿Y qué tenemos que saber sobre el ácido hialurónico? "Para mí, a nivel de huella estética, tiene una lectura completamente diferente a la que tiene la toxina -asegura esta doctora-. Hay estudios por resonancia magnética que evidencian que puede durar incluso años, aunque lo normal es que acabe degradándose por completo con el paso del tiempo. En función de la capa en la que esté inyectado, sobre o bajo el músculo, estará sometido a más o menos tracción, lo cual quiere decir que tendrá mayor o menor capacidad, tanto de movimiento como de modulación".

 

También, continua, "depende mucho de la capacidad de 'moldeabilidad' del hialurónico que se utilice y, en función de eso, podemos decir que los más densos puestos sobre los huesos serán más permanentes que los menos reticulados y estén en capas más intermedias". Además, "aquellos que están sobre el hueso, en principio , no tendrían capacidad de migración. Sin embargo, los que están entre diferentes paquetes musculares, dependiendo de la región anatómica, sí que podrían cambiar de forma". Por este motivo, subraya, "es tan importante adecuar el producto a la zona".

 

Sobre la 'reabsorción' del ácido hialurónico, la doctora Sáenz de Santamaría cuenta que "tiene una duración aproximada de un año dependiendo del paciente, la zona de tratamiento, la cantidad, etc., también es un producto reabsorbible. Es exactamente la misma molécula que tenemos en nuestra piel y tenemos enzimas que la degradan". Sin embargo, puntualiza, "últimamente, se habla mucho sobre su huella estética, unos efectos que perduran en el tiempo más allá de lo que dura el hialurónico en sí. Lo que es incuestionable es que, tanto este tipo de tratamiento, como los de inductores de colágeno, producen una mejoría en la calidad de la piel".

 

La pregunta es: ¿llegará un momento en el que ya no podremos ponernos más cosas en la cara? "No existe una edad límite para poder realizarse tratamientos médico estéticos. Y todos ellos son combinables entre sí, por lo que podríamos seguir tratándonos toda la vida", concluye la jefa de Medicina Estética de Clínica Dermatológica Internacional.